miércoles, 1 de noviembre de 2017

1936. El Último San Juan antes de la Guerra Civil Española.

Lugar de San Amaro.
Nuevamente en junio de 1936 las prohibiciones  se abatieron contra numerosas hogueras, impidiendo el Ayuntamiento  plantarlas en un gran número de calles de la ciudad, sobre todo en las vías asfaltadas. Sin embargo en las alturas de Los Castros, Monelos, Nelle, Vioño, Huertas de Riazor y Visma, se vieron grandes hogueras que iluminaron el cielo coruñés, cumpliendo con la ancestral tradición del fuego en la Noche más corta del año, la de San Juan.

La calle de Adelaida Muro volvía celebrar la Noche de San Juan, con verbena incluida, animada por una orquesta.

Coincidiendo con esa noche, el club del Mar, que había echado a andar como sociedad recreativa en 1935,  recogiendo el nombre de una de las numerosas calas que bordeaban la ciudad, la de San Amaro, a los pies de la Torre de Hércules, gracias al empeño de un grupo de asiduos usuarios de aquella pequeña playa,  ofrecía a sus socios, familiares y amigos  un gran baile-verbena en la sala central del Cine Hércules, que lució para la ocasión una magnifica iluminación. La orquesta Radio fue la encargada de animar con sus ritmos, sobre todo el Fox, que causaba furor en toda España.

Esa noche también el parque Damm con la orquesta Fox y el Liceo de Monelos, eran puntos de una gran concurrencia de coruñeses que se divirtieron hasta bien entrada la madrugada.

Para celebrar el San Juan varios chicos hacían a la tarde del día 23 una fogata en una embarcación que se hallaba abandonada en el varadero de la  Palloza, causando daños por valor de cien pesetas, no pudiéndose averiguar quiénes eran los muchachos que se habían adelantado de hora en su culto ígneo.

Leirón del Sporting Club de La Coruña.
Una pareja de seguridad entregaba esa noche en la Comisaria de Vigilancia nueve paquetes de chocolate que un joven que vestía de azul, había arrojado al suelo en la calle de  Cordonería y que habían sido sustraídos de un ultramarinos de la cita calle.
Ante la inquina religiosa de las autoridades del Frente Popular, muy pocos fieles se acercaron a la capilla de San Roque en día tan señalado de la fiesta del Bautista. Hubo Misa a las once, pero los vientos que corrían de norte a sur de España, obligaron a muchos devotos a quedarse en sus casas.

El Leirón del Casino se engalanaba para recibir  a sus socios y familiares en  esa tarde de San Juan con una alegre fiesta. Hubo tómbolas y numerosos puestos de rosquillas y churros, así como un animado baile que finalizó a las once de la noche.

Las necesidades de la vida moderna, como señalaba  La Voz de Galicia, obligaban al Ayuntamiento a regular el tráfico rodado. Al completarse el cierre por los costados de la Plaza de María Pita con su línea de arcadas, el consistorio permitiría el acceso de automóviles  con dirección única, por el arco de Montoto a la Plazuela de los Ángeles, ya en la ciudad vieja, evitándose así los constantes percances  de trafico que venían siendo habituales.

Ese día de San Juan, La Voz de Galicia alertaba sobre las manías de Pepiño o tonto, consumado tirador de piedras. Él mismo iba diciendo a todas horas: “Pedra que tiro, pedra que da e si non pasa rozando, carallo”. El diario coruñés afeaba la actitud  de varios  jóvenes que sabiendo las raras habilidades de aquel infeliz, que no se metía con nadie y tan solo se limitaba a pedir algún que otro pitillo, lo incitaban dándole piedras para que demostrase su prodigiosa puntería. Y vaya si lo demostraba.

Sería el último San Juan en paz, pues a  punto estaban
los españoles de cambiar la fiesta  por el fusil,  antesala de la gran tragedia española que se desencadenará el 18 de julio y se prolongará por espacio de tres años.


Calin Fernández Barallobre.