jueves, 30 de abril de 2015

Nuestro globo

Sí ha habido un elemento consustancial a nuestros primeros pasos en el rito hogueril sanjuanero fue, sin duda, aquel globo de papel que comenzamos a lanzar a los cielos coruñeses el 23 de junio de 1962, cuando plantamos nuestra primera Hoguera. 

Desde el principio de nuestra andadura buscamos siempre algún elemento diferenciador, capaz de identificarnos, convirtiéndonos en una alternativa a otras hogueras mucho mejores que la nuestra que ardían en las calles próximas.

Una de las primeras Cabalgatas

Tracas, ruletas de fuego, muñecos o peleles rematando la pira, incluso fuegos de aire, eran elementos de los que, en una u otra medida, disponían las hogueras vecinas, algunas de ellas con un auténtico derroche de imaginación y buen hacer; sin embargo, nadie, por aquellas fechas, elevaba un globo al cielo sanjuanero al llegar la noche del alto junio.

¿De quién surgió la idea? La verdad, es algo que soy incapaz de recordar. Supongo que surgiría de un debate interno en aquel grupo de chiquillos que formábamos la pandilla de Fernando Macías. Tal vez fuese Carlitos Vallo que siempre se distinguió por sus ideas geniales, aunque algunas de ellas fuesen realmente peregrinas. Sea como fuere, el caso es que aquel sábado 23 de junio, poco después de las doce de la noche elevamos al cielo nuestro primer globo de papel junto con otros dos más que le acompañaron.

Los tres globos pudimos adquirirlos merced a la recompensa obtenida por haber superado con aprovechamiento las pruebas de ingreso en el Bachillerato, todo un logro al menos visto desde nuestra infantil perspectiva ya que suponía algo así como la superación del primer obstáculo en la hasta entonces despreocupada vida escolar.

En mi caso concreto, como he señalado, mi padre, me obsequió con la nada desdeñable cantidad de 50 pts., que dediqué íntegramente a sufragar la compra de dos globos de 25 pts. cada uno; por su parte, Ovidio García, que también había aprobado el ingreso, adquirió otro y de esta forma nos presentamos, la tarde de la víspera de San Juan, ante nuestra pandilla de amigos tras haber pasado previamente por el Arca de Noé, un comercio de esos de La Coruña de toda la vida que abría sus puertas en la calle de San Andrés, en el que, como su nombre indica, se podía encontrar cualquier cosa por muy extraña que pudiese parecer.

Llegada la noche, ante la presencia de nuestros padres y algún amigo más, así como un puñado de curiosos, procedimos al hinchado de los globos, todo un rito que exige del máximo cuidado, y una vez inflados con aire caliente los soltamos para que llevasen nuestro particular mensaje a San Juan en aquella primera Hoguera de Fernando Macías.
Por supuesto que en aquel momento ignorábamos que ya en siglo XIX en La Coruña era costumbre soltar globos para festejar la verbena de San Juan y su tradicional hoguera, algo que supimos pasados los años cuando comenzamos a ahondar en el conocimiento de los ritos y costumbres sanjuaneras.

Tras la elevación de los globos ante la expectación del respetable, corrimos a prender fuego a la pira que ardió entre la algarabía de todos nosotros; luego, lazados de las manos, formamos el corro alrededor de las llamas entonando la canción del marinerito y ya cuando la intensidad del fuego disminuyó de manera razonable realizamos el rito del salto sobre las brasas para así purificarnos cara al verano que acaba de comenzar.

Concluida aquella primera Hoguera con éxito notable, vinieron más en los años sucesivos y en todas ellas estuvo siempre presente el globo de papel que constituía, por decirlo de alguna manera, el número fuerte de la noche y nuestro genuino sello de identidad. 
Una de las primeras Cabalgatas
 Con el paso de los años, afianzamos nuestra tradición sanjuanera y la Hoguera se vio aderezada con largas tiras de traca, ruletas de fuego y fuegos artificiales, lo que provocó que se fuese convirtiendo en la mejor de la zona, máxime después de que, poco a poco, fuesen desapareciendo aquellas que podrían hacernos competencia; sin embargo, en estos años, el globo, nuestro globo, estuvo siempre presente en la celebración sanjuanera, convirtiéndose en objeto de preocupación, tanto por su adquisición como por su elevación que exigía, como hemos dicho, cierta pericia y cuando menos el máximo cuidado.

En 1970 elegimos a la I Meiga Mayor, dotando de esta forma a la fiesta de un protagonista de excepción capaz de desbancar cualquier otro por muy tradicional que fuese para nosotros. Pese a todo, aquel año, todavía elevamos nuestro globo a los cielos poco antes de que la Meiga Mayor encendiese la Hoguera, una vez lanzada al aire una colección de fuegos artificiales que superó con creces todas las quemadas hasta aquel momento y que, en la práctica, nos abrió las puertas a otra dimensión del San Juan al nacer A Noite da Queima.

No fue hasta 1972 en que se dio por terminada esta costumbre que nos había acompañado desde 1962, convirtiéndose en nuestra seña de identidad por antonomasia. Aquel año, en que fue proclamada la III Meiga Mayor, supuso el lanzamiento del último globo de papel con ocasión de la celebración de la noche de San Juan.

Sin embargo, la costumbre de nuestra pandilla de lanzar globos de papel al cielo no se constriñó a la noche de San Juan; en otras ocasiones y con variadas excusas hicimos acopio de recursos económicos, extraídos de nuestro peculio, para adquirir un aerostato y elevarlo majestuoso al cielo desde nuestra calle de Fernando Macías. Pese a todo, ninguno de ellos estuvo jamás rodeado de la mística especial que envolvía al que lanzábamos la noche de las Hogueras.

Incluso, creo recordar, que en alguna ocasión tratamos de emular el arte de la construcción de aerostatos y para ello confeccionamos alguno de forma bastante rudimentaria utilizando gajos de papel que uníamos con cola y que una vez tomada la forma de globo rematábamos con un arillo de alambre y con la cruceta correspondiente de la que colgaba el conjunto de hilas que, empapadas en alcohol, servían para generar el aire caliente necesario para su elevación.  

Hoy, transcurridos más de cuarenta años desde que abandonamos la costumbre de festejar con globos de papel nuestra gran cita anual, todavía lo recordamos con nostalgia pues de algún manera contribuyó a afianzarnos en nuestro proyecto de salvaguardar para la ciudad las esencias y tradiciones de la noche de San Juan.
José Eugenio Fernández Barallobre.