jueves, 30 de abril de 2015

Nuestro globo

Sí ha habido un elemento consustancial a nuestros primeros pasos en el rito hogueril sanjuanero fue, sin duda, aquel globo de papel que comenzamos a lanzar a los cielos coruñeses el 23 de junio de 1962, cuando plantamos nuestra primera Hoguera. 

Desde el principio de nuestra andadura buscamos siempre algún elemento diferenciador, capaz de identificarnos, convirtiéndonos en una alternativa a otras hogueras mucho mejores que la nuestra que ardían en las calles próximas.

Una de las primeras Cabalgatas

martes, 28 de abril de 2015

El Cardo de Plata

Si desde los primeros años de inicio de las actividades de la Comisión ya se estableció una íntima relación entre la flor del Cardo sanjuanero y nuestra Entidad – no hay que olvidar que desde 1971, con motivo de la celebración de la I Fiesta del Aquelarre Poético, se determinó como premio para el certamen poético una estatuilla representando la flor del Cardo -, no fue hasta 1973, sin embargo, cuando se creó la insignia de solapa que constituye, en sus modalidades de Oro y Plata, los más altos galardones que entrega la Comisión Promotora.
Lectura del acuerdo de concesión del primer Cardo de Plata al Tte. General Fernández Vallespín (1973)

Las octavillas de los años 60

Fue en 1966 cuando a los hermanos Piñeyro Pueyo, colaboradores entonces de nuestras Hogueras de Fernando Macías, se les ocurrió, como un medio que nos ayudase a lograr incrementar las aportaciones económicas de los vecinos de nuestras calles, imprimir una octavilla que, a modo de invitación, sirviese como carta de presentación en los raids que realizábamos, piso por piso, para lograr reunir el dinero necesario para la compra de nuestro ya tradicional globo de papel y toda una suerte de artefactos pirotécnicos con los que aderezábamos A Noite da Queima.

La primera de estas octavillas, cuyo texto lo redactamos en la casa de los Piñeyro, nos la imprimió la Imprenta Alfonso que abría sus puertas en la calle de Alfredo Vicenti. Allí nos fuimos una tarde aquellos chiquillos de entre 14 y 15 años para pedir presupuesto para nuestro incipiente proyecto. No puedo precisar ahora lo que nos costó la impresión de aquellas primeras octavillas que pocos días después teníamos. con gran alborozo, en nuestras manos y que realmente sirvieron para incrementar la recaudación destinada a aquellas HOGUERAS-66.

Visto el buen resultado obtenido en aquella primera experiencia, las octavillas, modificando el texto, se imprimieron hasta 1970, año en que fue elegida Estrella Pardo Castiñeiras como I Meiga Mayor.

domingo, 26 de abril de 2015

Las HOGUERAS-71

El grado de satisfacción alcanzado tras la experiencia de la noche de San Juan de 1970 y la incipiente capacidad organizativa derivada del funcionamiento del Club Juvenil Meiga Mayor, nos dio alas para acometer con más resolución el ejercicio de 1971 que supondría, a la postre, la revalidación de nuestro proyecto festivo.

Las actividades organizadas durante el invierno de aquel año por nuestro Grupo Juvenil - conferencias, audiciones musicales, proyección de cortos, etc. - sirvieron como los mejores avales que nos animaron a programar las HOGUERAS-71, seguros de nuestras capacidades. Todo ello sirvió de revulsivo y nos puso manos a la obra en aquel año en que, tras la dulce experiencia del anterior, comenzamos a sentar las bases de lo que hoy son las HOGUERAS.
I Fiesta del Aquelarre Poético (1971)

España, así es su danza

Las HOGUERAS-84 constituyeron un paso importante, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo, para potenciar nuestras Jornadas de Teatro, Música y Danza, herederas de aquellas primeras Semanas Culturales y de Teatro de los primeros años de la andadura sanjuanera.

Aquel año, una de los principales apuestas de la Junta Directiva de la Comisión fue el incremento del calendario de actividades enmarcadas dentro de este nuevo Ciclo que sirvió para sentar las bases de lo que hoy constituyen nuestras Jornadas en las que se simultanean ciclos de danza, de música de cámara, de corales, de música de orquesta y banda y de teatro. 

Ballet Terpsícore 

sábado, 25 de abril de 2015

Una jornada maratoniana

Han transcurrido muchos años, sin embargo todavía hoy, cada vez que lo recordamos o lo traemos a nuestros temas de conversación, nos resulta casi increíble creer como éramos capaces de programar una jornada como la del 23 de junio en los años iniciales de nuestra andadura; una jornada interminable, densa en actos desde su principio hasta su remate en la madrugada ya del día de San Juan.
Comitiva de las Meigas en la mañana del 23 de junio de 1985 

viernes, 24 de abril de 2015

La Meiga Mayor Infantil

Hablar de la Meiga Mayor Infantil es como recuperar, al instante, una parte importante de nuestra historia, volver la vista atrás en el tiempo y recordar aquellos momentos iniciales en la carrera por mantener viva la tradición de la noche de San Juan en La Coruña.

I Meiga Mayor Infantil con sus Meigas de Honor Infantiles 1972
La Meiga Mayor Infantil surgió, en el año 1972, como respuesta a la necesidad de dar cabida a los más pequeños en la trama festiva hogueril. Era necesario asegurar la participación de todos en la empresa de rescatar las viejas tradiciones sanjuaneras imprimiéndoles, a la vez, un aire nuevo e innovador.

jueves, 23 de abril de 2015

La I Fiesta del Aquelarre Poético

Sin duda 1971 fue un año de innovaciones, animados por el éxito obtenido en la primera edición de a Noite da Queima. Atrás quedaba aquella experiencia que había supuesto todo un giro en nuestra forma de entender la noche de las Hogueras y atrás quedaban también los primeros escarceos asociativos con la creación del Grupo Juvenil Meiga Mayor.


Éramos conscientes de que si pretendíamos hacer un poco de historia con aquella propuesta festiva era imprescindible cambiar su planteamiento. Sabíamos que en lo sucesivo ya no serviría proclamar a la Meiga Mayor, con más circunstancia que pompa, en un escenario casi de fortuna y en un ambiente repleto de improvisaciones. Todo aquello sería necesario cambiarlo.

El Concejal Juan José Laredo proclama a Ana de Aspe como II Meiga Mayor


lunes, 20 de abril de 2015

El Club Juvenil Meiga Mayor

Quizás uno de los episodios menos conocidos de nuestra particular historia asociativa sea precisamente aquel que sirvió como prólogo a lo que hoy es la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan. Estoy hablando del Grupo Juvenil Meiga Mayor, un proyecto que nació a la conclusión de aquella primera hoguera de 1970 y que puso las bases para la ulterior potenciación de la noche de San Juan coruñesa.

Concluidas aquellas primeras HOGUERAS de 1970, en pleno julio, el verano se apoderó de todas nuestras vivencias; un verano que se antojaba tan agobiante como siempre. Mañanas de playa; alguna que otra excursión de todo nuestro grupo de amigos; tardes charlando hasta un crepúsculo de vivo color fuego con la chiquilla de nuestro sueños, mientras un tibio sol de poniente se acostaba, rodeado de azules, tras la montaña de los cíclopes asomados a un mar de calmas y ensueños o la marcha a cualquier rincón de España para participar en un campamento juvenil de la O.J.E.

 

La Hoguera de 1970. La I Meiga Mayor.

Quizás 1970 fuese un año como otro cualquiera; quizás nada o muy poco había alterado el normal discurrir de nuestras vidas en aquellos seis primeros meses ya vividos de un año pórtico de una nueva década.

La recién estrenada mayoría de edad, al menos para algunas cosas, de la casi totalidad de los que componíamos nuestro grupo de amigos de toda la vida, nos estaba deparando los primeros pasos, cualitativamente importantes, cara a enfrentarnos con ese cúmulo de responsabilidades que ya adivinábamos a muy pocos años vista.


La I Meiga Mayor y sus Meigas de Honor (archivo de la Comisión Promotora)

domingo, 19 de abril de 2015

Los fundadores


Hace algún tiempo, mi buen amigo y compañero en lides hogueriles Carlitos Vallo, me hizo llegar una vieja fotografía extraída de su particular caja de recuerdos entrañables. La foto, en blanco y negro por supuesto, obtenida una mañana de domingo, probablemente de finales de otoño o principios de invierno a tenor de la ropa que visten los otros personajes que aparecen en el fondo de la foto y del aspecto de los árboles, todavía sin podar, que se alzan también como fondo. En cuanto al año, sin querer aventurarme demasiado, yo diría que hacia 1962.

La instantánea, obra sin duda alguna de extinto Carlos Vallo Taibo, padre de mi amigo Carlitos, tiene como escenario la acera ancha de Fernando Macías, frente al portal del inmueble número 15 de dicha calle, y como fondo la plaza del Maestro Mateo, conocida por todos nosotros como la “plazoleta”, lugar habitual de juegos de los niños de aquella zona.

La foto recoge, curiosamente, a la mayoría de los que aquel mismo año - si damos por buena como fecha la de 1962 - celebramos la que sería, a la postre, la primera Noite da Queima al quemar por vez primera, en la noche de San Juan, una hoguera organizada por la chiquillería de la calle de Fernando Macías y alrededores.
Foto de los fundadores

En la foto aparecen, de izquierda a derecha y de pie, Ovidio García; Luis Moreno; quien esto escribe; José Mª Barcala y Julián Fernández y abajo, agachado, Carlitos Vallo. En la fotografía, la mayoría aparecemos vestidos con la elástica del R.C. Deportivo, el equipo de nuestros amores, salvo Ovidio y Julián, vestidos con jersey por actuar como porteros, y Carlitos Vallo - culé por aquellas fechas hasta salva sea la parte - y que por llevar la contraria viste la camiseta del F.C. Barcelona.

Es de suponer, dada la hora, que nos estábamos preparando para acudir a la parte ancha de Paseo de Ronda o a los campos de los Puentes con el fin de disputar uno de nuestros interminables partidos de fútbol que comenzando por la mañana, en tiempo de vacaciones o festivo, concluía casi con el anochecer tras los parones exigidos para ir a comer a casa o, caso de tratarse de un domingo, asistir a la misa de doce y media en el Hogar de Santa Margarita para encontrarnos con las chiquillas de la capa azul y cuello duro blanco que, por aquellas calendas, habían robado nuestros corazones infantiles.

Se trata, pues, de la foto – tal vez la única – en la que posa la mayor parte de los que aquel lejano 1962 iniciamos en Fernando Macías la hermosa tradición de la noche de San Juan y sus hogueras y que, con el paso de los años, se convertiría en la popular y jubilosa Noite da Queima.

Sin duda faltan algunos de aquellos que trabajaron en los primeros momentos. Repasando en mi memoria recuerdo a los hermanos Manolín y Luisín que, por estas fechas, abandonaron La Coruña para trasladarse a San Sebastián de donde no regresaron jamás y a Pepe Tomé, dueño del kiosco de prensa que se alzaba en la esquina de nuestra calle con la Avda. de Finisterre, frente a la tristemente desaparecida Plaza de Toros. Sin embargo creo que puedo asegurar de forma categórica que los que aparecemos en la fotografía que ilustra el presente trabajo somos los fundadores de la Noite da Queima coruñesa que en este año quemará su hoguera número cincuenta.

¿Qué cual fue el motivo que nos indujo a quemar nuestra primera hoguera? Aquí si que sin voluntad de vanagloria personal, pues soy de los que piensan que los objetivos se logran merced al concurso de todos los que, de una u otra forma, trabajan en el proyecto, debo decir que una buena parte de la culpa de que la noche del 23 de junio de 1962 se quemase nuestra primera hoguera la tuve yo.

La historia es bastante sencilla y no me sustraigo a narrarla. En el año 1961 se había quemado la última hoguera que, cada noche de San Juan, ardía en la explanada existente delante de la Casa de Baños de los Dorrego, al final de la Avenida de Rubine, y que se abría al andén de Riazor; en aquella hoguera, organizada por los chiquillos de la citada zona, recibí mi bautismo en el rito de la piromanía sanjuanera dada mi vinculación con la mencionada Avda. de Rubine por ser en ella donde residía mi abuela materna y donde había nacido mi madre.

Esta vinculación familiar me hacía pasar una buena parte del tiempo jugando con los niños de aquella calle, entre los que se encontraba alguno de mis compañeros de estudios en el Colegio de los Dominicos; por todo ello, cada vez que llegaba la mágica noche de San Juan, acudía de la mano de mis padres y acompañado de mi hermano Calín, un niño muy pequeño todavía, a presenciar lleno de regocijo e ilusión desbordante la quema de la hoguera de San Juan de Rubine que, al decir de algunos – sin duda de manera muy exagerada -, era la mejor del contorno.

Con el derribo de la Casa de Baños y la ulterior construcción de la antiestética mole que cierra la Avda. de Rubine por sus números pares, dejó de quemarse aquella simpática hoguera por la falta material de sitio para ubicarla, así que de la noche a la mañana me quedé sin lugar donde celebrar, en comunión de deseos, la noche de los grandes aconteceres.
Como quiera que la Casa de Baños debió demolerse al final del verano, tuve tiempo más que suficiente para articular la mejor estrategia dentro de una cruzada personal que inicié para tener con quien celebrar la siguiente noche de San Juan.

Lógicamente volví la vista hacia la pandilla de chiquillos de mi calle, Fernando Macías, con los que habitualmente jugaba interminables partidos de fútbol y con los que también compartía mañanas y tardes estivales de playa bañándonos en las aguas riazoreñas y que, por aquel entonces, no celebraban con hogueras la noche del alto junio.
Tres de los fundadores

Tras los primeros sondeos detecté una postura absolutamente contraria a embarcarse en la aventura de hacer hogueras la noche de San Juan. Es cierto que a tal postura contribuía el hecho de que nuestra calle no poseía un lugar idóneo para tal celebración a lo que hay que añadir que en las proximidades de Fernando Macías ardían suficientes hogueras como para satisfacer los deseos de cualquiera de celebrar ritos ígneos en la noche solsticial; hogueras tan señeras, entre otras, como la de la calle C (hoy Pérez Cepeda) en su cruce con Rey Abdullah o la que sin duda sobresalía entre todas las de La Coruña que se quemaba delante del Colegio de la Compañía de María, organizada por la chiquillería de la Plaza de Portugal con el patrocinio del constructor Manolo Longueira.

Pese al rechazo inicial proseguí con mi campaña de acoso y derribo hasta llegar a una tarde de principios de junio de aquel inolvidable 1962 en que decidí hacer la última tentativa.

Aquel año había aprobado el ingreso en el Bachillerato al igual que muchos de los compañeros de mi pandilla. Este aprobado trajo aparejado algún premio que, traducido en asignación económica, sirvió como felicitación familiar por el éxito logrado. En este sentido destacan las 25 pesetas (cinco duros de la época) que me dio mi abuela materna, además de las 50 (diez duros) que me dio mi padre y de las que hablaremos un poco más adelante también por su vinculación sanjuanera.

Pues bien, aquella tarde de junio, en que había quedado citado con mis amigos de Fernando Macías en nuestro rincón particular de la playa de Riazor, acudí previamente a casa de mi abuela con el fin de hacer efectivo el premio logrado por mi feliz aprobado.

Con los cinco duros en el bolsillo corrí a la playa. Allí, en nuestro rincón, estaban todos los de la foto. Volví a insistirles en la necesidad de quemar una hoguera a la siguiente noche de San Juan que ya se advertía inminente en el calendario. La respuesta fue la misma, un rotundo no provocado más por la desidia que por otra cosa.

Ignoro el motivo pero, tal vez en un momento de suma lucidez, se me ocurrió invertir las 25 pesetas, regalo de mi abuela, en “granjearme” el voto favorable de mis amigos a mi propuesta hogueril. Así fue. Hecha la oferta de invitar a un “polo” a todo aquel que “voluntariamente” se adhiriese y secundase la idea, todos por aclamación se sumaron de buen grado al proyecto comenzando, desde aquel mismo instante, a planificar la que sería nuestra primera Noite da Queima.

Visto con la perspectiva que ofrece el tiempo transcurrido, sin duda aquella decisión sirvió para compactar el grupo, afirmando su identidad, aglutinándolo alrededor de un objetivo común capaz de superar intereses individuales. Bien se puede decir que, desde aquel día, para la mayoría de nosotros la celebración de la noche de San Juan se convirtió en uno de nuestros grandes objetivos acariciados a lo largo del año.

Lo demás vino por añadidura. Tras elegir cuidadosamente el lugar de ubicación de nuestra hoguera que no fue otro que la explanada ancha de Paseo de Ronda, delante de la Central Telefónica de Riazor, compartiendo espacio con otra hoguera de muy pocas pretensiones que quemaban los chiquillos de aquella calle en unión de los que residían en el nº 35 de Fernando Macías, nos dispusimos a organizar las sacas para reunir la mayor cantidad de madera y trastos viejos posibles en los pocos días que quedaban para la noche de San Juan.

Uno de los primeros escollos que encontramos fue el encontrar un lugar seguro donde guardar la madera conseguida. Para tal fin, de nuevo recurrí a mi abuela quien gustosa me cedió una vieja carbonera en la buhardilla de su casa donde pudimos ir amontonando todo el fruto de nuestra rapiña.

Los días pasaron veloces y casi sin querer nos encaramos con la víspera del 23 de junio. Casi todo estaba terminado, sin embargo era necesario encontrar algo que, a modo de seña de identidad, nos distinguiese de los demás grupos de chiquillos que quemaban hogueras. Por supuesto era impensable llegar a las cotas alcanzadas por la gente de la calle C, con su magníficos peleles de grandes dimensiones, y mucho menos a la grandiosa hoguera que ardía frente al Colegio de la Compañía de María en la que la imaginación alcanzaba cotas insospechadas. Tras darle muchas vueltas, teniendo en cuenta de un lado nuestra edad – ninguno superábamos los diez años – y de otra la falta material de tiempo, llegamos a la conclusión que elevar un globo de papel, convirtiendo tal elevación en algo tradicional, podría representar, por lo que poseía de novedoso, una seña de identidad de nuestra hoguera y por ende de todo el grupo.

A falta de otras posibilidades le pedí a mi padre las cincuenta pesetas, premio por mi aprobado de ingreso, y con ellas me fui al Arca de Noe, acompañado de Ovidio García – otro de los fundadores que también había aprobado el ingreso y obtenido una recompensa paterna -, a comprar tres globos de papel por un importe total de sesenta y cinco pesetas destinados a ser elevados al cielo al día siguiente, con motivo de la celebración de la Noche de San Juan.

Imagino que dormimos muy mal aquella noche si es que llegamos a dormir algo. A primeras horas, entre la algarabía de la chiquillería quemando petardos, nos levantamos y tras reunirnos comenzamos el lento trasiego de madera y trastos viejos desde la buhardilla de casa de mi abuela al lugar de emplazamiento de nuestra primer hoguera.

Los trabajos de montaje los dirigió José Mª Barcala y poco después de media tarde la hoguera quedó instalada. Fue en ese instante cuando nos dimos cuenta de la pobre imagen que presentaba al no tener pelele u otro aditamento con que rematarla. El propio Barcala se ofreció a traer de su casa un pequeño cañón naval de juguete al que se la había roto la cureña y no servía ya para jugar. Colocado el cañón, sujeto al palo central de la hoguera, seguimos advirtiendo que aquello estaba incompleto, así que a alguien se le ocurrió rematar la pira con la cruceta de una silla de mimbre colocada en el montón. Así se hizo y la imagen final parecía querer significar que el cañón defendía a la cruz, algo que todos vimos con agrado.
Torre Coruña, a su pies quemamos nuestra primera Hoguera la noche de San Juan de 1962

Llegó la noche y a la hora prevista, acompañados de nuestros padres y hermanos, elevamos los tres globos al cielo tras lo cual quemamos nuestra hoguera en la que sería nuestra primera Noite da Queima. Al final, felicitándonos por el éxito alcanzado, volvimos para casa soñando ya con nuevas noches de San Juan que se nos antojaban próximas.

Al día siguiente nos dimos cita ante los humeantes restos de nuestra hoguera atraídos por la magia de la nostalgia y allí estaba, entre las cenizas, la cruz de mimbre que jamás ardió. Nos miramos y sin saber muy bien que decir volvimos a nuestros juegos veraniegos a la espera de que un nuevo San Juan surgiese en nuestra vida, como así ha venido sucediendo año tras año, a lo largo de los cincuenta que han transcurrido desde aquella inolvidable noche de San Juan de 1962.
La noche de San Juan quedó atrás dando paso a un largo y cálido verano de playa, excursiones al "Monte Blanco", partidos de fútbol y nocturnas reuniones, soñando con ser hombres, en nuestro campamento camino del viejo refugio de fantasmas. En octubre, tras la Patrona, comenzaron las clases de primero de Bachiller que ya se nos antojaba como el inicio de mayores responsabilidades y ahí, un domingo de aquel otoño de 1962, los fundadores, posamos poco antes de marchar a jugar uno de nuestros interminables encuentros futboleros y lo hicimos, probablemente, con la mente puesta en la siguiente noche de San Juan.

José Eugenio Fernández Barallobre.

La tradicional elevación de globo.

Fue la década maravillosa, la de los sueños infantiles, aquella en la que, casi sin saberlo, comenzamos a ser hombres.

En ella se tejió nuestra primera noche de San Juan, aquella mágica de 1962. Nació de la ilusión de un puñado de niños que, sentados alrededor del fuego, soñamos con rescatar para la ciudad una hermosa tradición que se moría por la desidia de casi todos.
Fueron años de improvisación en los que la imaginación jugó un papel protagonista. Años de recorrer, una a una, las casas de Fernando Macías pidiendo una ayuda para nuestra Hoguera; años de globos de papel, ruletas de fuego y tracas que aspiraban a convertirse en brillantes sesiones pirotécnicas; años de experimentos y proyectos nacidos tras largos debates surgidos de nuestras mentes infantiles.

Aquella calle ancha de Paseo de Roda fue la mejor testigo e inseparable compañera, incluso calada confidente, de nuestra aventura sanjuanera.

Una cruz y un cañón; la simpática figura de un Guardia Municipal dirigiendo el tráfico; la omnipresente Torre de Hércules, motivo socorrido y recurrente en más de una ocasión; un semáforo para parodiar aquella primavera en la que, en lugar de flores, crecieron los antiestéticos reguladores de tráfico por toda la ciudad; la figura del Santo, aquel personaje televisivo tan de moda en aquellas calendas; etc. sirvieron de remate artesanal a nuestras lumeradas de aquella década.

Luego el ingenio agudizado para conseguir una donativo mayor. ¡Contamos con Vd.!, ¡no falte, por favor!, frases contenidas en aquellas pequeñas octavillas que nos acompañaban en nuestro deambular por portales y pisos buscando el tan necesario soporte económico para el proyecto.

La década prodigiosa fue pasando y con su paso surgieron, casi como de la nada, las colegiales de uniforme, especialmente aquellas de la capa azul y del cuello duro blanco, que tantas horas quitaron a nuestro sueño.

Nos crecieron pelos en las piernas lo que nos obligó a abandonar nuestros pantalones cortos de juegos y correrías. Nos dimos cuenta que éramos capaces de acometer empresas mayores, de más envergadura, y así arrancamos la hoja de aquel primer día de 1970 que daba al traste con una década llena de míticas propuestas a los compases de inolvidables canciones como “Mejor”, “Mavie” o “Venus” asiduas a nuestros guateques.
Y fue aquel 23 de junio de 1970 cuando, con más circunstancia que pompa, comenzamos a escribir las mejores páginas de nuestra particular historia eligiendo a la que sería I Meiga Mayor y con ella el gran resurgir de la noche de San Juan de Marineda. Había nacido la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña.

José Eugenio Fernández Barallobre

domingo, 5 de abril de 2015

2014. Fátima García Castro.

2013. Beatriz Varela Trigo.

2012. Asunción González Campos.

2011. Esther Miguel Soriano.

2010. Jennifer Bermúdez Fernández.

2009. Loreto García-Garabal Sánchez-Harguindey.

2008. José Eugenio Fernández Barallobre.

2007. María Nieto Díaz.

2006. Antonio Gundín Fandiño.

2005. Xosé Bieito López Barreiro.

2004. Álvaro Someso Salvadores.

XVII Fiesta
Noche de San Juan  2004.
Pregonero: Álvaro Someso Salvadores.

No se dispone de ese pregón.

2014. Francisco Espiñeira.